En mi trabajo llegan a veces niños que no hablan del todo bien, que “se comen letras”, las cambian por otras o las distorsionan. Una de las primeras cuestiones en la batería de preguntas para los padres es sobre masticar:
- — ¿Suele Masticar?
- — Sí, me contestan.
- — No me valen galletas, ni patatas de bolsa, ni comida blanda como pasta, arroz o verdura cocida ¿Bocadillos de pan (que no sea de molde)? ¿Filetes?
- — No, eso le cuesta un poco.
En definitiva, ahí encontramos muchas veces los motivos por los que la articulación de fonemas no es la adecuada para su edad, ya que al masticar se mueven y ejercitan los mismos músculos que necesitamos para hablar.
¿Por qué hay que masticar?
Es mucho más trabajoso cortar con los dientes y triturar la comida con las muelas que tragarla en purés o en trozos finos, eso está claro, pero además del ejercicio que supone no debemos olvidar que hay importantes motivos para el desarrollo de la masticación:
- La boca es el primer órgano del aparato digestivo, la saliva contiene enzimas que inician la digestión de los alimentos y ayudan antes de llegar al estómago. Incluso hay quien recomienda masticar entre 25 y 50 veces por bocado.
- Ayuda al desarrollo de la dentición, a la salida de las piezas dentales, así como a la caída de los dientes de leche.
- El sentido del gusto, junto con el olfato, son los que nos dicen si estamos disfrutando de lo que comemos. Evidentemente debe ser nutricionalmente importante, pero no podemos quitar valor al comer por gusto y disfrutar de la comida.
- Es muy importante en el desarrollo de la mandíbula, la musculatura buco-facial, la coordinación y motricidad fina de la boca. Su carencia puede producir babeo, falta de tono muscular y es cuando se dan los problemas de pronunciación, haciendo que algunas letras “patinen”.
¿Qué debemos hacer?
Sobre los 6 meses se inicia la introducción de otros alimentos en la dieta de los bebés, su primera reacción ante ellos suele ser tragar, tal y como han hecho hasta entonces con la leche materna o el biberón. Después llega el interés por morder, es entonces, sobre los 8 o 10 meses cuando conviene comenzar a masticar. Bien con ayuda y poco a poco en trocitos, o desde el principio en todos los alimentos como en el “baby-led weaning” (alimentación complementaria a demanda), procurando conseguir avances antes de los 24 meses, cuando llega la etapa del “no” y es más complicado convencerles de probar cosas nuevas.
No todos los niños reaccionan igual, algunos rechazan los tropezones desde el inicio y no les gusta encontrarse nada en su puré, otros muestran interés rápidamente, incluso por lo que hay sobre la mesa en la hora de la comida y quieren probarlo todo. No hay que dejar de lado sus preferencias, pero es cierto que nos hemos de armar de paciencia, aprender a llamar su atención, seguir ofreciéndoles cosas y buscar recursos para que el momento de la comida sólida llegue cuanto antes.