Todos los niños pasan por una etapa «escatológica» cuando empiezan a tomar consciencia del funcionamiento de su cuerpo, y todo lo relacionado con las evacuaciones les hace mucha gracia. Además, a partir de los tres años, se dan cuenta de que determinadas palabras provocan una reacción en los mayores, así que las utilizan para probar sus límites o simplemente llamar la atención. Si tu hijo está en esa fase, lee estos consejos antes de recurrir a lavarle la boca con un estropajo por sus «palabrotas».
Hay que diferenciar entre auténticas palabrotas y otro vocabulario desagradable
Las palabras del título son el típico ejemplo de lenguaje soez, pero son necesarias para que los niños expresen algunas de sus necesidades y problemas, por lo cual no podemos permitir que nuestro hijo piense que está mal decirlas. Sin embargo, debe aprender a no usarlas sin venir a cuento, en chistes o juegos, por ejemplo. Explícale que a los demás no les gusta escuchar esas palabras, así que debe utilizarlas solo en privado; el uso restringido hará que pierdan «el encanto».
No digas palabrotas delante de tus hijos
Está claro que, sobre todo en las primeras etapas, los niños aprenden por imitación, así que si eres un palabrotero irreductible, no esperes que tus retoños tengan un vocabulario exquisito. Igual que has tenido que adaptarte en otros muchos aspectos a la vida del niño, modera también tu lenguaje. Y si se te escapa algún juramento, corrígete de inmediato diciendo algo como «Lo siento, no tenía que haber dicho eso».
También es importante que todos los adultos del entorno y otros chavales más mayores, como hermanos o primos, no las digan, así que pídeles que den buen ejemplo.
No le rías la gracia ni reacciones exageradamente
Muchas veces los niños dicen sus primeras palabrotas sin ser conscientes de lo que están diciendo; solo repiten palabras que han oído a otra persona o en la tele. Si cuando el niño exclama «¡Joder! » nos reímos o, por el contrario, nos ponemos histéricos, le estamos dando pistas de lo que puede hacer cuando quiera llamar la atención o ponernos a prueba.
La primera vez que el niño suelta un taco lo mejor es ignorarlo; si ve que no surte ningún efecto en los demás, es menos probable que lo repita. Si vuelve a la carga, dile con seriedad, pero manteniendo la calma, que eso no se dice.
Con los niños más mayores se puede razonar
Algunas veces, los chavales dicen palabrotas para hacerse los graciosos en el grupo o para hacer valer más sus opiniones en una discusión. Otras veces las pronuncian porque se sienten realmente enfadados o frustrados y les sirve como vía de escape. En cualquier caso, conviene dialogar con ellos y explicarles que por muchas groserías que digan, no van a ser más graciosos, tener más razón, ni resolver el problema que se les está planteando.