El aceite de palma es un aceite vegetal rico en grasas saturadas, principalmente ácido palmítico, que se emplea frecuentemente en alimentación. Es un aceite que no procede de cultivos transgénicos y que, en su forma refinada, no aporta sabor, es muy estable y no se estropea ni oxida fácilmente. Mantiene bien sus propiedades organolépticas cuando se eleva la temperatura, por lo que se utiliza en alimentos que se cocinan o preparan a altas temperaturas. Esto junto con su rendimiento (produce diez veces más aceite por unidad de área que otras cosechas de semillas oleosas) y su precio, han hecho que sea el aceite vegetal más usado en el mundo (constituye aproximadamente el 30% de la producción mundial de grasas y aceites).

El aceite de palma se produce a partir de los frutos de la palma africana (Elaeis guineensis). Esta planta proviene del continente africano y se introdujo de forma masiva en el suroeste asiático a principios del siglo XX, aunque también hay importantes plantaciones en América del Sur. El 85% de la producción mundial se concentra principalmente en Indonesia y Malasia aunque se pueden encontrar cultivos en países como Papúa, Colombia, Tailandia, Camboya, Brasil, etc.

¿Por qué se está utilizando tanto últimamente el aceite de palma?

Porque es muy económico comparado con grasas y aceites de otro origen, y además es muy versátil. En la industria alimentaria está muy valorado por su temperatura de fusión, que le hace permanecer sólido a temperatura ambiente manteniendo al mismo tiempo una textura sedosa y untuosa.

Por esta razón se emplea en confitería, formando parte de las coberturas de chocolates, bombones y demás. Permanece sólido, mantiene la forma del producto y cuando se introduce en la boca funde de forma agradable. Hay otros sustitutos como el aceite de soja, o la manteca de coco, pero no son tan económicos como el aceite de palma.

El aceite de palma está desplazando a las grasas hidrogenadas, que se han demostrado nocivas para la salud.

¿Qué son las grasas hidrogenadas?

La hidrogenación es una reacción química por la que los aceites vegetales como el de oliva, girasol o de otras semillas líquidas se solidifican, se modifican sus cualidades por lo que se vuelven más estables y no se estropean con tanta facilidad pero se convierten en grasas saturadas muy nocivas para la salud porque pueden favorecer la acumulación de colesterol y triglicéridos, aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y la diabetes.

El aceite de palma no es la alternativa ideal para sustituir a las grasas hidrogenadas porque también es muy rico en grasas saturadas.

¿La producción de aceite de palma es una producción sostenible?

El desarrollo sostenible es un concepto que surge a finales del siglo XX por el que se intenta conservar el medio ambiente para no poner en peligro la flora y la fauna, proporcionando un bienestar a la población mediante el uso de la tecnología para que el medio ambiente se recupere al mismo ritmo en que es afectado por la actividad humana para evitar un déficit de recursos.

El cultivo de palma aceitera es poco o nada sostenible, ya que es un monocultivo que se da en zonas tropicales, y suele estar asociado a pérdida de biodiversidad, deforestación y contaminación. Las comunidades autóctonas se están perjudicando cada vez porque está desapareciendo su modo de vida tradicional a cambio de un puesto de trabajo en una gran plantación.

La expansión de los cultivos intensivos de aceite de palma no solo está provocando la desforestación de los bosques tropicales, la apropiación de las tierras autóctonas sino que está provocando grandes daños a la fauna, tigres, elefantes y orangutanes están perdiendo su hábitat natural.