Desde pequeños, y a lo largo de toda nuestra vida, hemos aprendido que la tristeza es una emoción “negativa” y que el llanto es una conducta inapropiada y, por lo tanto, no aceptada socialmente. Por ello, durante la enfermedad de nuestro hijo, el sufrimiento y dolor que sentimos suele ser fuertemente reprimido y castigado, tanto por nosotros mismos: Debería ser fuerte por mi hijo, tengo que permanecer en pie, como por las personas que tenemos a nuestro alrededor:
“¡No llores! Debes ser positivo”
“Tienes que enfrentar la situación con coraje y fortaleza”
“Venga… si no es para tanto. Hay situaciones peores que la tuya”
“Tienes que ser fuerte. Al menos, hazlo por tu hijo”
¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases? ¿Cómo nos sentimos cuando se nos exige ahogar el grito que hay en nuestro interior? ¿Cómo de solos nos sentimos cuando nadie parece entender que no podemos controlar nuestro dolor? ¿No comprenden que NO podemos ser fuertes en todo momento, que tenemos miedo y nuestro corazón está llorando?
Debería ser fuerte, pero no puedo
Ante esta exigencia, uno sólo experimenta las ganas de gritar al mundo:
Debería ser fuerte pero… ¡no puedo! ¡No sé hacerlo!… Tengo miedo y siento que me fallan las fuerzas…
Pero… ¿y si el que nos escucha nos dejara SER? Ser con nuestro dolor, ser con nuestra tristeza, ser con nuestra más profunda vulnerabilidad… ¿Y si nos acompañara en ese “estar triste”? ¿Y si no nos exigiera “estar” de otra manera?
Qué bueno sería poder escuchar:
Sé todo el dolor que estás sintiendo, todo el sufrimiento por el que estás pasando… estoy CONTIGO. Te ACOMPAÑO en tu dolor… llora todo lo que necesites, aquí tienes mi hombro
Seguramente nuestro corazón volvería respirar y no nos sentiríamos tan solos. Descansaríamos, pues no habría una exigencia que nos obligara a ser otro que no somos.
¿Por qué tenemos tanto miedo a ver a alguien llorar?
Porque aún no hemos comprendido la importancia del llanto y su función. Porque desconocemos la importante capacidad adaptativa de la tristeza. Porque si no nos enseñaron a sostenernos a nosotros mismos en nuestro dolor ¿cómo vamos a estar preparados para sostener al otro? Nadie nos habló del importante camino hacia la ACEPTACIÓN. Es el momento de desterrar el “Debería ser fuerte” por un diálogo interno más humano y comprensivo. La TRISTEZA es una emoción adaptativa. Es la forma normal de reaccionar en el proceso de adaptación de toda la familia ante lo que está aconteciendo. Es nuestra aliada.
Resumiendo
Mitos a desterrar sobre el llanto y la tristeza:
- Es un signo de debilidad.
- Es el comienzo de mi hundimiento anímico.
- Aumentaré el malestar de los que me rodean.
Consecuencias positivas del llanto:
- Canalizamos la tristeza, la “soltamos”.
- Proporciona calma y alivio. “Ventilamos” la emoción.
- Previene el desarrollo de trastornos cardiovasculares, respiratorios, digestivos, etc. (Trastornos psicosomáticos).
- Permite procesar y organizar los sucesos.
- Facilita la ACEPTACIÓN.
- La aceptación y organización de sucesos permite poner en marcha todos los RECURSOS disponibles para AFRONTAR de forma ADAPTATIVA la situación de enfermedad.
Si quieres saber más sobre esta importante emoción, la TRISTEZA, acompáñanos en los próximos artículos. Puedes consultar los siguientes artículos para profundizar más acerca de todas las emociones que podremos sentir como padres: Mi hijo tiene cáncer: El camino que recorrerá nuestro corazón y Mi hijo tiene cáncer: Tengo miedo y siento que me derrumbo.