En la sociedad en la que vivimos, en la que lo que prima es ser mejor que los demás, resulta una tarea compleja inculcar a nuestros hijos un valor tan fundamental como es el de la solidaridad. Parece que los padres de hoy en día hemos dejado en un segundo plano ciertos pilares en la conformación de los pequeños seres humanos que viven con nosotros para centrarnos en otros aspectos, como enseñarles no sé cuántos idiomas extranjeros (cuanto más exóticos, mejor) a edades tempranas, fomentar sus capacidades musicales, animarlos a ejercitarse en un sinfín de deportes, preocuparnos de que aprendan esto o aquello… Efectivamente, todo eso está muy bien, pero una persona formada y preparada debe ser ante todo, eso, una persona, y es nuestra obligación como padres favorecer la solidaridad y otros valores igualmente importantes.
¿Qué puedo hacer en el día a día para favorecer la solidaridad?
Sabemos que nuestros niños son esponjas, que aprenden tanto conceptos como comportamientos y que la imitación es fundamental en ese proceso de creación personal. Así pues, parece obvio que lo primero que tenemos que hacer es predicar con el ejemplo y no imponernos grandes metas. La solidaridad puede y debe trabajarse en el entorno más inmediato del niño. Debemos instar a nuestros hijos a ayudar, por ejemplo, en algunas tareas de casa («como hoy papá está muy cansado pongo yo la mesa y así él puede descansar»), a ayudar a otros niños en pequeñas cosas, por ejemplo cuando alguno de sus amigos está triste o desanimado por algo o haya estado enfermo y necesite ayuda con los deberes, etc. Y no debemos olvidar que los pequeños gestos son los que marcan la diferencia, así que procuraremos fomentar en nuestros hijos comportamientos de tipo más cooperativo y menos competitivo, cuando jueguen con otros niños, por ejemplo. En lugar de pedirles que realicen la misma tarea para ver quién la hace mejor o más rápido, podemos proponerles que la lleven a cabo juntos enfatizando la idea de que con ayuda las cosas son más sencillas.
Además, hemos de explicar a nuestros hijos que en el mundo hay personas mucho menos afortunadas que nosotros y que podemos ayudarles de una u otra forma. Resulta más creíble si nosotros mismos somos miembros de alguna organización benéfica o participamos en esos pequeños eventos que se organizan en todas las provincias, como las carreras solidarias. Ahí es cuando el niño empezará a hacer preguntas e irá comprendiendo de qué trata todo este asunto de la solidaridad.
¿Existen recursos que me ayuden a favorecer la solidaridad en mis hijos?
Dependiendo de la edad de los niños, podremos echar mano de una serie de recursos que nos ayudarán a despertar en ellos este valor fundamental en su desarrollo como personas. Para los más pequeños podemos utilizar alguna película famosa, como pueden ser Bichos, Buscando a Nemo, Mulan o la reciente Zootrópolis, que nos muestran claramente cuál es la lección a aprender. Existe también una enorme cantidad de recursos que encontramos en la red y que pueden ser de gran ayuda, como los Cuentos para dormir… y despertar! (http://cuentosparadormir.com/valores/cuentos-de-solidaridad).
Si tenemos hijos preadolescentes o adolescentes, lo ideal es empezar a hablar con ellos de la realidad del mundo, valiéndonos de las noticias de actualidad como guía. Tenemos que recordar siempre que hemos de tratar temas adecuados a la edad de los niños, contextualizando la información y ayudando a nuestros hijos a pensar qué podríamos hacer para mejorar la situación de la que estemos hablando. En estas edades también se les pueden proponer juegos online para favorecer la solidaridad y la empatía. Resultan bastante realistas por lo que conviene que los padres los analicen para ver si la edad de sus hijos es la adecuada para enfrentarse a ellos.
En edades adolescentes podemos animarles también a iniciar algún tipo de voluntariado. No tienen por qué implicarse en grandes proyectos, pero sí pueden comprometerse con pequeñas causas como visitar ancianos o enfermos una vez por semana o ayudar a niños con necesidades en sus tareas.
Lo más importante es que nuestros hijos cuenten con las herramientas necesarias para desarrollarse como seres humanos maduros y socialmente implicados, como personas empáticas a las que les interesa lo que ocurre a su alrededor, como individuos solidarios que quieren construir un mundo mejor del que han heredado. Y que nosotros, como padres, les hagamos recordar siempre que, como dijo Eduardo Galiano, «mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.