La disciplina, entendida como la instrucción moral de una persona y la observancia de las normas de su entorno, es una cualidad fundamental para el ser humano que debemos empezar a desarrollar en la infancia y mantener durante toda la vida. Padres y maestros deben favorecer la disciplina en los niños porque es un instrumento que les permite vivir en sociedad y evolucionar como individuos. Un niño indisciplinado no solo «se porta mal», con los problemas que eso conlleva en casa y en el colegio, sino que además desarrolla dificultades para relacionarse y formarse que le acabarán pasando factura en la vida adulta.
Sin embargo, a pesar de que en general todos entendemos la importancia de la disciplina, los lamentos porque los niños dan guerra, no obedecen, contestan mal, tienen rabietas, etc. siguen saliendo a relucir con frecuencia en las conversaciones entre padres. Si crees que tus hijos tienen algún problema de disciplina o simplemente no quieres dar lugar a que los tengan, sigue leyendo.
Cómo favorecer la disciplina en tus hijos
1. Haz examen de conciencia
A veces, la desesperación que producen los niños rebeldes lleva a los padres a culpar a los hijos de errores que en realidad están cometiendo ellos. Averiguar el origen del mal comportamiento de tu hijo te permitirá actuar con mayor eficacia. En muchos casos, la raíz está en una actitud exagerada de los padres (demasiado exigentes, demasiado despreocupados, demasiado estrictos, demasiado permisivos, demasiado fríos, demasiado protectores, histéricos, obsesivos…) o en la necesidad de los niños de más atención (esto no significa que el pequeño esté desatendido, sino que no todos los niños necesitan lo mismo). Analiza tu relación con tu hijo para comprobar si un pequeño cambio podría mejorar la situación.
2. Planifica tu estrategia
En ningún blog ni libro de psicología o pedagogía encontrarás instrucciones para disciplinar que sean la purga de Benito, así que debes mentalizarte de que no puedes resolver todos los problemas al mismo tiempo y de que el proceso es largo y requiere constancia. Prioriza los problemas de conducta para empezar resolviendo los más gravosos y sé consistente en tus actuaciones: no envíes mensajes contradictorios, no cambies las reglas sin motivos claros y justificados y coordínate con tu pareja, con los abuelos… para que no haya grietas en la forma de abordar los problemas de conducta.
3. Ten en cuenta la edad del niño
Evidentemente, no se puede actuar igual ante la rabieta de un niño de dos años que ante el estallido de uno de ocho. Los niños menores de tres años no tienen la capacidad de razonamiento necesaria para reconducirse, así que necesitan que un adulto descubra el por qué de su malestar y lo solucione, o reoriente la situación. En cambio, cuando los niños son capaces de razonar, podemos (y debemos) establecer límites, explicarles que las malas acciones tienen consecuencias negativas mientras que un buen comportamiento puede tener ventajas, enseñarles técnicas de autocontrol para calmarse cuando estén alterados, fomentar en ellos valores relacionados con la disciplina, como el respeto o la cooperación…
4. Establece normas claras
Los niños deben saber lo que sus padres esperan de ellos. Si solo explicamos las normas cuando las han infringido les resultará difícil seguirlas. No se trata de darles un día un código de conducta para que se lo estudien, sino de ir introduciendo normas y límites cuando sea oportuno, asegurándose de que entienden por qué es importante no romperlos.
5. Refuerza positivamente el buen comportamiento
No debes confundir esto con «sobornar» al niño. De vez en cuando le puedes ofrecer un premio por conseguir algo que sepas que realmente es difícil para él, pero en el día a día, y para obtener mejores resultados a la larga, es mejor que este refuerzo se produzca en forma de cumplidos: «bien hecho», «qué bien te estás portando», «estamos orgullosos de ti», «estamos muy contentos contigo porque…», etc.
6. Da ejemplo
La mejor forma de promover un comportamiento en nuestros hijos es mostrarlo nosotros, así que para favorecer la disciplina demuestra que eres una persona disciplinada. Si tu hijo ve que te diriges a todo el mundo con respeto, que escuchas e intentas comprender a los demás, que cumples con tus obligaciones cotidianas aunque es probable que te apetezca más hacer otras cosas… podrás educar a otro ser disciplinado; si por el contrario gritas cuando te enfadas, faltas al respeto a otros, te escaqueas de alguna que otra obligación o no cumples tus propias normas fomentarás en tu hijo un comportamiento rebelde e irrespetuoso.