El sufrimiento es una sensación que todos conocemos, pues tarde o temprano llegamos a tocarlo (aunque sea solamente con la punta de los dedos).
El cáncer: estoy sufriendo por mi hijo
Cuando escuchamos un diagnóstico tan duro como el cáncer de nuestro hijo, podemos experimentar emociones tan intensas como la angustia, el miedo, la impotencia o la rabia. El sufrimiento en los padres puede llegar a ser desbordante, pues el amor hacia un hijo es infinito. No es fácil definirlo ya que es algo muy subjetivo (cada uno vive la situación de forma distinta, a su “manera”), pero tenemos autores que han llegado a un consenso para describirlo de forma muy clara y sencilla.
Sentimos SUFRIMIENTO cuando:
- Percibimos la situación en la que nos encontramos como una amenaza.
- Y al mismo tiempo, percibimos que carecemos de recursos para afrontarla.
Por tanto, una situación que percibimos como una amenaza (un diagnóstico de cáncer en nuestro hijo) y la percepción de no tener recursos para afrontarla (desconocimiento de la enfermedad, incapacidad para manejar las emociones, sentirse superado por el miedo, imposibilidad para conciliar la vida laboral, desconocimiento sobre cómo hablar con mi hijo de ello y cómo responder a sus miedos, etc.) puede generar en los padres mucho sufrimiento.
El sufrimiento ¿Cómo manejarlo?
Es completamente normal sentir miedo e impotencia como padres, pues el sufrimiento que nos genera la enfermedad de nuestro hijo nos desborda.
Esta definición no tiene su importancia únicamente porque es clara y sencilla de entender, sino porque nos da la CLAVE de cómo empezar a abordar y manejar el sufrimiento.
La percepción de carecer de recursos para hacer frente a la nueva situación puede modificarse si comenzamos a conocer y a entrenar distintas técnicas y herramientas para manejar las emociones, estrategias para conciliar la vida laboral, herramientas y conocimientos para responder a las preguntas y miedos de mi hijo, etc.
Potenciando y ofreciendo el aprendizaje de estos recursos, conseguiremos llegar a percibir que somos capaces de AFRONTAR el proceso de enfermedad. De la misma manera, podremos aliviar el dolor y nos sentiremos preparados para acompañar a nuestro hijo desde la calma, la serenidad y la confianza.